Foto: Silvia López Cano
Hoy jueves 29 de marzo de 2012 las organizaciones sindicales del Estado español, entre ellas también la CNT,
han convocado una huelga general de 24 horas para exigir al gobierno la
derogación de la contrarreforma laboral (Real Decreto 3/2012 de 10 de
Febrero). Esta contrarreforma va a suponer la destrucción de las pocas
garantías que tenemos los trabajadores y trabajadoras para no ser
explotados salvajemente en los mercados de trabajo capitalistas. Pero no
se convoca huelga general solamente por este motivo.
Las "medidas anticrisis" aplicadas por tanto este como el anterior gobierno del PSOE, no son más que un robo planificado y
un expolio a las clases trabajadoras desde los aparatos del Estado para
entregar ese botín a empresarios y banqueros. Dicho así puede parecer
chocante y podría decirse que poco riguroso empíricamente, pero, ¿a
quién benefician las contrarreformas en los mercados de trabajo?
Evidentemtente a los empresarios, puesto que sirven para facilitar el
despido, debilitar el poder laboral y posteriormente reducir los
salarios a costa del incremento de los beneficios empresariales. Los
datos del INE son demoledores: el peso de los salarios ha pasado de
representar el 53% del PIB a principios de los 80 (frente al 41% de los
beneficios empresariales), a solamente el 46% del PIB en 2011 (frente al
46'2% de la cuota de los empresarios), superando ya los beneficios a
los salarios. Es decir, una gran mayoría de la población cada vez recibe
menos mientras una minoria de empresarios y banqueros cada vez se
enriquecen más. Por supuesto que la patronal paga a los políticos los
servicios prestados con suntuosos cargos en múltiples empresas. ¿Alguien
duda que con menor inversión pública incrementará el paro? ¿A quién
beneficia el paro masivo? Otra vez a la brutal y violenta disciplina
patronal. Pero no es ésta la única fuente de expolio promovida por el
Estado capitalista en su fase neoliberal, ¿quién está pagando los
intereses de la deuda pública a la banca? Si bajan los impuestos a los
ricos -que, por cierto, con ello pueden comprar deuda pública- y suben
el IVA a los trabajadores, la respuesta es evidente: los intereses a la
banca los pagan los trabajadores con sus impuestos, interesante
redistribución que hace el Estado; ¿qué son si no las reformas de
pensiones? Cuando los ingresos provienen exclusivamente de las
cotizaciones de trabajadores al sistema estatal de Seguridad Social y el
gasto social que proviene de esas cotizaciones es recortado
impunemente, ¿a quién beneficia ese recorte? De nuevo al capital
financiero por dos vías: la disminución del gasto público para
asegurarse el cobro de intereses por la deuda y el estímulo de las
pensiones privadas por el recorte que deja las pensiones públicas en la
miseria -pensiones privadas que acaban gestionando los bancos-. Lo mismo
podríamos decir de la sanidad o la educación, servicios sociales que
son provisionados gracias al pago de impuestos de la mayoría de los
trabajadores y trabajadoras, no de los impuestos de los empresarios. Los
empresarios pagan un minoría de los impuestos, cuando son también los
que más defraudan.
Medios de comunicación de masas como portavoces de la patronal
El discurso antisindical y antihuelga es abrumador en los medios de
comunicación de masas. La voz de los dirigentes políticos y patronales
es cuasi-monolítica y hegemónica en los medios: "la huelga del 29 de
marzo no tiene sentido"; "es necesario que todo el mundo aporte su grano
de arena para salir de la crisis"; "se trata de una huelga inútil y
costosa por el perjuicio que supone para el erario, para el prestigio de
España en el extranjero, para los ingresos de los microempresarios y de
los mismos asalariados"; "la gente no quiere una huelga, sino un
trabajo"; "no está claro que los españoles estén dispuestos a una
huelga"; "la huelga es innecesaria y no es el momento de plantearla",
"es una huelga política". Alguno del PP afirma que la huelga "generará
más paro", otro de la patronal dice que "muchas personas pasan por una
situación muy crítica, lo que obliga a arrimar el hombro y ser
optimistas".
El mensaje que transmiten los medios y los tertulianos como altavoces
de la patronal es claro: los trabajadores no deberían secundar la
huelga, las huelgas son malas en sí mismas y deberían evitarse. En
general, los medios de comunicación sirven como un mecanismo para
debilitar las huelgas porque, al fin y al cabo, comparten los mismos
valores que los empresarios, no en vano son empresas. Los medios de
comunicación vehículan hegemonicamente insultos a la inteligencia de
todos nosotros: ¿qué es eso de arrimar el hombro y ser optimistas? Pagad
impuestos y dejad de explotarnos económicamente a los trabajadores
-también como consumidores-, ladrones; ¿que la huelga generará más paro?
No aprobéis leyes que faciliten el despido, cínicos.
Cabe preguntarse por qué tanta agresividad contra las huelgas si
realmente "no tienen sentido", si efectivamente son "innecesarias" e
"inútiles". La respuesta es evidente. Tienen mucho miedo.
Frente a los discursos de la debilidad obrera, que solo refuerzan esa
debilidad en nuestro imaginario, es preciso evidenciar que los
trabajadores y trabajadoras tenemos mucho poder. Con la huelga tenemos
la capacidad de cesar el trabajo, de suspender totalmente y con efecto
multiplicador la capacidad de generar riqueza que nosotros mismos
producimos. Con la huelga tenemos la capacidad de parar la economía e
inflingir cuantiosos daños a los beneficios empresariales y a sus
privilegios, daños que podrían llegar a ser muy superiores a los que nos
inflingen a nosotros si nos lo propusiéramos. Tenemos también la
capacidad de forzar el cierre de una empresa y desalojar expropiando a
los empresarios para cooperativizarla nosotros. La huelga da pánico a los capitalistas y sus servidores. El miedo debe huir de nosotros para trasladárselo a ellos.
Patronal, leyes y Estado. En defensa de la huelga
La huelga y sus herramientas complementarias como son los piquetes, el
boicot y el sabotaje son la principal expresión de la acción directa de
los trabajadores. Es por ello, porque supone la expresión del poder real
de los trabajadores, que se limita, prohibe y castiga. El Estado y la
judicatura tienen un papel fundamental de contención y represión del
conflicto sociolaboral. Son herramientas de defensa de los empresarios
ante la acción sindical, que no es sino la derivada de la explotación
empresarial, el paro y la pobreza.
La huelga tiene una expresión rica y multiforme. La huelga de celo con
ejecución minuciosa y reglamentaria del trabajo; la huelga intermitente
que altera horas de trabajo y huelga a lo largo del día y a lo largo de
la semana; la huelga rotatoria realizada en diferentes sectores de una
empresa o de actividad económica en un ámbito geográfico, alternando los
días de cese de actividad; la huelga escalonada cuando las actividades
són paralizadas progresivamente unas después de otras; la huelga
estratégica que afecta a sectores básicos y estratégicos de la empresa o
del sistema económico que comunica sus efectos en cadena; la huelga
salvaje sin preaviso ni autorización; la huelga solidaria en apoyo a
reivindicaciones de trabajadores de otras empresas. Todo esto es la
huelga, todo esto está limitado o prohibido y castigado. Todo esto es lo
que hay que aplicar con inteligencia y con convicción de su
legitimidad.
¿Los gobiernos europeos quieren hacer reformas? ¿queréis desrregular?
Pues quitad el corsé legal y represivo a la huelga si os atrevéis. Dejad
al desnudo el poder laboral y comprobaremos la utilidad o no de las
huelgas.
¿Qué hay del coste que tienen las huelgas para la economía y los trabajadores?
Dentro de los discursos patronales antihuelga se encuentra uno muy
acorde con el tipo de corporativismo puesto en marcha por los gobiernos
de corte fascista en la historia: con la huelga perdemos todos. Hablar
de la economía política de la huelga y su coste, nos obliga a hacer una
primera precisión. La economia no es "el interés general", aunque lo
pueda parecer, sino fundamentalmente un sistema de producción-consumo
que, bajo la forma actual, el capitalismo, resulta injusto, ineficiente y
antidemocrático, toda vez que el trabajo asalariado es el que produce
pero los beneficios de ese trabajo están jerarquizados concentrándose en
las cúpulas dirigentes, tanto de las empresas como de ciertos sectores
económicos, como el bancario. Por lo tanto es incierto que cuando
hablamos de coste de una huelga todos perdamos por igual: algunos, los
empresarios, pierden muchísimo más que otros, los trabajadores.
Cuando los medios apuntan el daño que provoca a la economía una huelga
general siempre se trata en términos del Producto Interior Bruto. Para
el caso de la huelga del 29 de septiembre de 2010, la patronal CEOE
calculó que un paro del 100% de los trabajadores supondría una caída del
0'4% del PIB (4.200 millones de euros). Estas cifras habría que
contrastarlas con todos los elementos en juego puesto que probablemente
el impacto fuese mayor. Pues bien, haciendo un ejercicio simple de
análisis de este agregado macroeconómico podremos comprobar que en la
huelga cae principalmente el consumo, las exportaciones y las
importaciones, siendo menos sensible (por este orden) el gasto público y
la inversión. Por lo tanto es evidente que afecta más directamente a
las empresas en términos de disminución de consumo familiar, consumo
entre empresas, así como las exportaciones. En el caso de las
importaciones, su caída en una huelga provoca el efecto estadístico de
compensación y por lo tanto de trasladar menor impacto para la economía
española. Visto esto desde la perspectiva de la distribución funcional
de la renta, veríamos que la caída de la parte salarial que incluye las
cotizaciones a la seguridad social es menor que la caída del beneficio
bruto empresarial. Ya una estimación realizada por un periódico en junio
de 2010 evidenciaba que con un paro del 100%, la caída del PIB sería de
4.799 millones de euros, mientras que la pérdida de salarios (1.346
millones de euros) y cotizaciones a la seguridad social (385,7 millones
de euros) supondrían, operando nosotros, que la caída del beneficio
bruto empresarial rondaría los 3.067,3 millones de euros, es decir que
en este caso el impacto económico de la huelga general recaería
aproximadamente en un 35% en los salarios y cotizaciones, y en un 59% en
las rentas del capital. Podemos concluir y entender con todo lo
argumentado hasta aquí por qué la patronal y sus servidores tienen miedo
a las huelgas. Es evidente que el coste de esta huelga y las que
vendrán será superior al coste de un acuerdo de derogación de la medida.
La huelga general es, pues, la factura que imponen el Estado y la
patronal a la sociedad con sus actuaciones antisociales.
Es evidente, por otra parte, que secundar una huelga representa una
serie de sacrificios para los trabajadores, aún cuando éstos son
diferentes de los que ponen de relieve los empresarios y los políticos
referidos al "interés general". Por ello, la decisión de convocar una
huelga es siempre una apuesta. Cabe preguntarse si es posible evaluar el
efecto que puede tener una contrarreforma que facilita el despido y el
descuelgue salarial, con la debilitación que esto conlleva de la
organización obrera, con una posible bajada salarial futura, y
compararlo con la pérdida de salarios que causa la huelga (¿50, 100
euros?). No hay manera de comparar la pérdida de dinero en salarios con
la mejora de la relación de fuerzas en el centro de trabajo o en la
sociedad tras una huelga contundente y los beneficios cotidianos que
produce esta nueva situación dado que pueden desembocar en el medio
plazo en medidas de mejora efectiva del nivel de vida de la clase
trabajadora al traducirse la mayor correlación de fuerzas en nuevas
conquistas a nuestro favor. Es necesario evidenciar la conflictividad
latente para dejar claro a los empresarios y a los poderes estatales que
vamos en serio.
Por una estrategia de huelga: hay que parar los sectores estratégicos por todos los medios necesarios
Los y las trabajadoras tenemos el poder de parar la economía. Tenemos
además la posiblidad de hacerlo con inteligencia para que nos suponga
mucho menor coste que a la patronal y al Estado. Es evidente que sin un
incremento de la conflictividad social no van a parar. Por su parte la
burocracia sindical de CCOO y UGT adoptan una estrategia de desgaste del
propio movimiento obrero: hacer huelgas puntuales con impacto
localizado y poco efectivo -sector público-, pactar reformas que
deslegitiman el sindicalismo ante la población, vuelta a convocar
huelgas puntuales, etc.
Es necesario adoptar una estrategia colectiva de huelga centrada en los
sectores y subsectores estratégicos de la economía. Éstos són
principalmente energía, telecomunicaciones, finanzas y transportes. La
energía ya sea petróleo, gas o electricidad es fundamental para el
funcionamiento de la economía. Sin ella el sistema capitalista español
se bloquea. De la misma forma las telecomunicaciones suponen hoy en dia
una palanca funamental de la economia por funcionar la mayor parte de
empresas y administraciones con sistemas informáticos e internet. A su
vez, las finanzas representan el flujo de aceite principal que engrasa
el sistema productivo. Sin tener operativos los sistemas bancarios la
economía se para. Por último, los transportes sirven para la mobilidad
de personas y mercancias por lo que con un paro también en este sector
se consigue una caída importante de la producción. Una huelga de varios
días coordinada en estos sectores puede suponer una claudicación del
gobierno a los intereses, esta vez sí, generales, es decir, los de los
trabajadores (empleados o desempleados), que somos la inmensa mayoría de
la población, no se nos puede olvidar.
La huelga general como primer paso a la autogestión
La patronal y los gobiernos -español y europeo- están utilizando todas
sus armas, con una violencia estructural sin precedentes y personificada
contra las clases trabajadoras y los más débiles de la sociedad. Nadie
puede negar la agresividad y violencia implícita al ejercicio del poder
empresarial y político que ampara la legislación del Estado. Esto es así
tanto en un despido que supone paro y riesgo de pobreza para que las
empresas tengan más beneficios, en el recorte de subsidios de desempleo o
pensiones -pagadas además previamente por los asalariados-, o en que
los bancos nos quiten las viviendas mientras, por otra parte, reciben el
apoyo financiero del Estado, todo ello mientras los políticos prosiguen
impunes sus actuaciones corruptas y de robo de recursos públicos. Ante
esta agresión y violencia no está habiendo una respuesta al mismo nivel,
y ello provoca que no retrocedan en sus pretensiones. La huelga general
es un primer paso.
Además, en el actual contexto de reestructuraciones de empresas y
administraciones en crisis, apoyar la implementación de una política
sindical de lucha total contra los depidos y recortes es fundamental. En
este campo es precisamente donde el anarcosindicalismo tiene uno de sus
mejores activos para establecer esa imprescindible conexión entre
reivindicación cotidiana y autogestión. Las negociaciones sobre el
empeoramiento de las condiciones de trabajo o despidos masivos se pueden
plantear en términos amplios de viabilidad económica -también social-,
control obrero-sindical para los servicios públicos y, si hace falta, de
expropiación o recuperación de los medios de producción con
cooperativización autogestionada. Esto se puede resumir en la frase "si
no nos podemos emplear todas, ya nos repartiremos nosotras el trabajo”.
Los empresarios y los políticos ya se pueden ir preparando porque vamos a
por sus privilegios, a por los medios de producción, distribución y
bienestar colectivo.
Hay que devolver golpe por golpe y nuestros golpes deben ser más duros.
Solo el pueblo salva al pueblo.
A por la Huelga General.
Lluís Rodríguez. Economista y miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión en Barcelona.
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