Un bohemio y el hada verde (absenta) |
Con la consolidación del nuevo mundo
industrial, el siglo XIX occidental vio el desmantelamiento de forma
progresiva, no sólo de una clase social, sino también de un modo de
vida: el aristocrático. La burguesía como nueva clase dominante impuso
sus valores intensamente materialistas, de los cuales el pragmatismo (el
apego por lo práctico) es fundamental. Así entre las almas sensibles no
faltaron críticas por una sociedad donde la fábrica es el edificio más
característico frente al palacio de la sociedad anterior. La nueva clase
dominante enarbolaba un amor por la seguridad, lo privado, lo material
que provocó un cierto rechazo en su propio seno ya que una parte de la
pequeña burguesía (intelectualizada) rechazó estos principios lo que les
llevó a identificarse con figuras que reflejaban la exclusión o el
rechazo social: el pirata o el mendigo fueron algunas de las figuras
elegidas por el romanticismo, movimiento artístico cuyas características
acabamos de adelantar de forma simplificada. El gusto por lo marginal y
la marginalidad alcanza un cierto prestigio que llega a convertirse
para algunos en una forma de vida.
Este modo de ver las cosas se convirtió en
una constante de ciertos sectores de las nuevas sociedades industriales
que no pudieron sentirse identificadas con los valores dominantes de
éstas. Así, de forma cíclica aparecen por la historia cultural de
Occidente una serie de valores éticos y culturales que visualizan el
rechazo por el pragmatismo burgués de la casa, la familia, el trabajo y
el dinero. Nos detendremos en dos hitos, el modernismo y el movimiento
hippie.
El gusto de ciertos sectores sociales por
la marginalidad como muestra del rechazo de los valores burgueses es una
constante desde el nacimiento de las sociedades modernas pero la
popularización o canonización de esos valores sólo ocurre en
determinados momentos históricos: el modernismo es un ejemplo claro.
Es el modernismo un movimiento estético que
surgió en Occidente a finales del siglo XIX cuya sombra se alarga
varias décadas iniciado el siglo XX con rasgos propios y diferencias
sustanciales dependiendo de la geografía a analizar. No fue un
movimiento de masas, pero fue un movimiento interesante porque
popularizó (no sabemos si existía antes) la figura del bohemio. La
bohemia representaba el callejón más oscuro de la marginalidad, que
tomaba forma en todos los excesos posibles: el alcohol y el opio servían
como vía de escape de una ruin sociedad cuyos únicos valores se
sustentaban en lo material frente a su espíritu aristocratizante. Si
hacemos caso a Errico Malatesta o a los autores naturalistas de finales
del XIX y principios del XX, la taberna y el alcoholismo eran refugio de
muchos obreros. Estos no representaban la bohemia, por supuesto, la
bohemia implicaba un grado de reflexibidad, un grado de consciencia, que
estaba alejado de la espontaneidad natural del trabajador medio y que,
sin embargo, estaba en manos de una pequeña burguesía frustrada. Gracias
a cierta intelectualidad, la bohemia se legitima como rebeldía, es un
rechazo de lo establecido, en una postura antiburguesa que contrapone la
insalubridad de la taberna a la seguridad de la casa burguesa, cierta
asociabilidad y soledad a la familia nuclear, la miseria y el vagabundeo
al materialismo práctico y el trabajo. Todo esto gracias al poder de
los intelectuales adquiere por vez primera un prestigio artístico y
social que entre determinados grupos sociales ya nunca cesará.
El movimiento hippie, allá por los años 60,
posmodernizó la bohemia, construyendo una contracultura de fuerte
carácter antiburgués. El amor libre, la experimentación con la droga,
una espiritualidad orientalizante se convirtieron en moda para una
juventud rebelde capaz de vaciar de contenido con sus lemas cualquier
forma cultural que hicieran suya.
Así ha llegado hasta hoy, a través del
movimiento hippie, la cultura de la rebeldía y la libertad asociada a la
droga, como decadente tradición antiburguesa que buena parte de la
izquierda ha hecho suya. No era nuestra intención analizar el consumo de
drogas en una región o entre un grupo social determinado, nuestro
interés reside en el vínculo existente entre consumo de drogas y la
apariencia de la rebeldía.
Por la anarquía.
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