Carlos Fonseca
Cárcel de Carabanchel, Madrid. Madrugada del 17 de agosto de 1963. A las
cinco en punto de la mañana, el siniestro garrote vil ciñe mortalmente
la garganta de Francisco Granado. «Traumatismo bulbar» certifica el
forense. Minutos después, Joaquín Delgado corre la misma suerte. La
dictadura se cobraba dos nuevas víctimas en el vigesimocuarto año de la
victoria.
Francisco Granado —un emigrante— y Joaquín Delgado —un hijo de
exiliados—, ambos vinculados a las corrientes anarquistas que al inicio
de la década de los sesenta se inclinaban por la acción directa, se
encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado. El primero,
inexperto y poco precavido, había llegado de Francia con explosivos que
iban a ser utilizados en un atentado contra Franco; el segundo, ante el
fracaso de los preparativos del magnicidio, acudió semanas después para
organizar el regreso de su compañero. Antes de que pudieran volver al
país vecino, dos artefactos —colocados por los también anarquistas
Sergio Hernández y Antonio Martín— explosionaron en la capital de
España, causando un gran número de heridos. El régimen no podía dejar
pasar la afrenta, y la represión se desató, cebándose en dos inocentes.
Carlos Fonseca, con el rigor de un historiador y la tenacidad del
excelente periodista de investigación que muchos lectores conocen, ha
reconstruido este negro episodio del franquismo —entrevistando a
familiares, dirigentes anarquistas y policías, rescatando documentos y
buceando en archivos— sobre el que la justicia democrática aún no ha
dicho la última palabra.
Ediciones Temas de Hoy, Col. Historia viva, 8.
280 págs.
Madrid 1998
Rústica 22x14 cm.
6 €
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