Otra vez llega al Estado español el jolgorio que incita (a muches) la Segunda República. Tanto jolgorio es que piden una tercera, con su primer ministre, presidente de república, su parlamento, y todo. Vaya, una república al completo. En la televisión saldrán les de siempre: les progres del PSOE haciéndose pasar por eso que no son, les típiques de los sindicatos generales con sus consignas, algune que otre de IU para salvar la casa (y para meter algún que otro voto más al saco), intelectuales de turno, actores, cantantes… etcétera y etcétera.
Las calles de las grandes ciudades se llenarán de banderas
tricolores. La gente cantará, gritará, solidarizará, y marchará. Darán
discursos, comidas (y bebidas), panfletos, contarán batallitas,
mencionarán a tal abuelo famosete, a tal abuela irreductible, aplaudirán
y lanzarán vítores llenos de júbilo. Tal vez no este año, pero alguno
de estos que viene, con el poder de la palabra y la democracia electoral
conseguirán derrocar a la monarquía del Estado español. El voto les
dará la libertad (piensan elles). Alzarán a las masas adormecidas para
que vayan a votar en tropel a los colegios. Las salas se llenarán de
votos republicanos. Si no consiguen un referéndum, seguirán marchando y
dando consignas para que IU salga con mayoría absoluta en las próximas
elecciones (que ya desde la última vez que ejercí mi derecho democrático
se me ha olvidado cuándo son). Entonces llegará la tan aclamada Tercera
República Española.
Cuando eso suceda se llenarán las calles de gente gozosa. Gente que
de tanta alegría llorará sin control. Habrá fiesta por semanas y les
pérfides de la familia Borbón mirarán el espectáculo desde algún lugar
remoto (pero no tanto, cuidado). Se inaugurará un nuevo ciclo, con
muchas caras nuevas en el Congreso. Ánimos renovados y energía nueva
para democratizar a España.
Harán leyes nuevas, mucho más progres y
abiertas, acordes con la ciudadanía del siglo XXI, tan progre y abierta.
Les migrantes serán bienvenides con brazos abiertos, para que trabajen
los puestos de trabajo que les españoles no quieren. Les homosexuales
tendrán todos los derechos que otorgue la nueva Constitución a les
heterosexuales, porque todes somos iguales, siempre y cuando no
cuestionemos la institución familiar y la monogamia. La gente podrá
manifestarse por sus ideas, pero solamente si no atentan contra el
sistema de la república. Si lo hacen, de forma razonable, bueno, les
dejarán por aquello de la libertad de expresión. Pero ojo, que si se
pasan los gloriosos cuerpos de seguridad de la Tercera República
intervendrán. Guardias republicanes. Con elegantes uniformes y modernas
armas anti-disturbios. Las grandes empresas se nacionalizarán, para que
las paguemos entre todes con el sudor de nuestra frente y, también, para
que nos beneficiemos un poquito de precios más asequibles (eso sí, les
gestores polítiques se beneficiarán un poco más, solamente un poquitín
más). Les polítiques serán más justes, aunque habrá alguna que otra
oveja negra (sí, esa gente de derechas que también resulta ser
republicana. Vaya). Votarán con consciencia por el pueblo, desde el
pueblo, y para el pueblo. Todo por el pueblo. Eso sí, no preguntemos al
pueblo, que es tonto y no sabe decidir por sí mismo.
Al año de instaurar la Tercera República habrá un desfile, el más
glorioso que jamás se haya visto en estas tierras patrias republicanas.
Los aviones militares volarán los cielos de la capital echando humo
(tóxico) de colores. Les soldades marcharán con orgullo bajo la atenta
mirada de la persona que elijamos presidente de la república. ¡Todes
saludarán a tan valientes hombres y mujeres! La economía irá mejor
porque estará gestionada por gente que trabaja para el pueblo. El Estado
cuidará de todes nosotres, así que nadie se tiene que preocupar. El
Estado llegará a todos los rincones de la geografía. Se abrirán sedes,
oficinas, instituciones, para que el pueblo pueda hacer llegar su voz al
Congreso. En definitiva, todo será mucho mejor cuando esa gente que se
manifiesta con banderas tricolores consigan poner en el Congreso
(mediante unos papelitos metidos en cajas) a les suyes.
Entonces les anarquistas seguiremos luchando contra el Estado y la
autoridad. Nos darán de hostias guardias republicanes, que suena mejor.
Respiraremos gas republicano en las manifestaciones (que nos hagan el
favor de ponerlo a tres colores). Nos meterán en cárceles republicanas y
no nos llamarán preses polítiques, sino “agentes provocadores que
intentan desestabilizar la república.” Nos seguirán matando como lo hace
hoy la monarquía parlamentaria. Seguiremos yendo al trabajo a pelearnos
con les jefes por un mísero salario (tranquiles, el Estado se ocupa de
vuestras pensiones), y cuando organicemos una huelga nos llamarán
“derechistas” o “pequeñes burgueses.” Pero, tal vez, la gente consiga
vivir más feliz: que te explote una república suena mejor a que te
explote una monarquía. Banderitas tricolor para la señora. Gorrito
tricolor para el nene. Todes felices, ¡abajo con la monarquía! ¡Viva el
poder popular y la Tercera! ¡Que peguen con los huesos en la cárcel esos
anarquistas! Total, ya lo hicieron, y algunes dicen que la historia se
repite.
Cuando la bandera tricolor se alce en lo alto de los edificios todo
habrá cambiado para que, precisamente, nada cambie. Nosotres seguiremos
quemando sus banderas, sean del color que sean, hasta que todas sean
negras y ya no exista autoridad impuesta en la tierra.
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