Entrevista realizada para el número 7 de la revista francesa «Z», perfectamente ilustrativa del proceso de organización autónoma de la población ante la descomposición y la quiebra del aparato estatal. El ejemplo es válido para cualquier otro país europeo; la diferencia sólo es de grado. Resaltemos las dificultades con que tropieza la autonomía: las inercias de una vida sometida a la mercancía, la costumbre del recurso al Estado, el egoísmo, la aparición de fascismos, la represión policial, la fatiga del sacrificio, etc. La vida libre no es un camino fácil, pero tampoco lo está siendo la vida esclava.
Publicado en Argelaga 5.
¿De dónde proviene el movimiento de las asambleas de barrio?
He de precisar que el movimiento es muy
variado, que ha pasado por varias etapas y que por eso podría
describirse de mil maneras diferentes. La idea de las asambleas de
barrio se extendió masivamente tras diciembre de 2008. La muerte de
Alexis y las semanas de revuelta, enfrentamientos y ocupaciones que
siguieron, así como la agresión con ácido a la trabajadora del metro
Konstantina Kuneva, fueron hechos que conmocionaron realmente a la
sociedad. Las grandes características de aquella revuelta son, por una
parte, la ausencia de reivindicaciones y de petición de reformas y, por
la otra, el aspecto descentralizado en todos los barrios de Atenas y, a
continuación, en todo el país. Después de diciembre de 2008, la dinámica
de las acciones y enfrentamientos en los centros de las ciudades llegó
al límite y se desplazó a los barrios. Con las asambleas, la idea del
comienzo consistía en dotarse de espacios de encuentro, sin tener en el
pensamiento nada en concreto, excepto la voluntad de buscar algo
colectivamente. Era una manera de prolongar las relaciones que se habían
creado durante la revuelta. Muchas de las asambleas se formaron
entonces, pero solamente cuatro de ellas siguen funcionando sin parar.
Las demás reaparecen cuando el movimiento social despierta de nuevo,
como sucede hoy o sucedió en 2011, cuando llegaron a existir en Atenas
alrededor de cuarenta.
¿Puedes hablarnos de la asamblea en la que participas?
La asamblea de Vyronas, Kasariani,
Pagrati (VKP) se implantó en barrios históricamente muy populares: uno
de ellos era el antiguo barrio rojo durante la Resistencia, el barrio
que los nazis jamás pudieron conquistar. Esta tradición se rompió con el
paso de los años por culpa del aburguesamiento de la población, aunque
también porque el Estado instaló allí un cuartel de la policía armada.
Hoy los tres barrios son de gente heterogénea, pero en general son más
bien lugares acomodados. En VKP hubo asambleas antes de 2008, creadas a
raíz de luchas relativas a los espacios públicos. La primera se celebró
para oponerse al proyecto de construcción de un teatro en medio de un
parque. Además de la cementación que implicaba –Atenas es una de las
ciudades con menos espacios verdes de Europa- los habitantes sabían que
el teatro se alquilaría a empresas privadas que pondrían por las nubes
el precio de las entradas. Gracias a su movilización, el proyecto no se
llevó a cabo y la asamblea continúa, incluso hoy en día, organizando
actividades infantiles, campeonatos de baloncesto y un café a precios
libres en el parque cada primer domingo de mes. Asimismo intervienen de
manera muy activa en la vida del barrio distribuyendo propaganda
militante en las escuelas, organizando fiestas populares con los
inmigrantes y también acciones solidarias con las personas detenidas en
las manifestaciones durante las huelgas generales. Hubo otra lucha que
reunió a mucha gente: la oposición al proyecto del túnel y de los cruces
de autopista abocado a destruir una parte de la montaña Ymyttos, uno de
los últimos espacios verdes de la ciudad, situado al este del centro.
Hubo muchas manifestaciones alrededor de la montaña, bloqueos de la
circunvalación y acciones en los peajes, con el resultado del abandono
del proyecto. En VKP la gente tenía esas experiencias como base.
Después, durante las revueltas de diciembre de 2008, ocuparon un centro
municipal para jóvenes durante unos días y convocaron rápidamente la
asamblea. Tras las asambleas semanales en los tres barrios, la gente
decidió alquilar un local. Actualmente participan unas treinta personas,
cifra más o menos estable hasta hoy.
¿Qué clase de acciones estáis organizando?
Nos implicamos en dos tipos de acción:
por un lado, nos defendemos contra los ataques del sistema y, por el
otro, elaboramos proyectos y formas de vida que nos parecen deseables.
Por ejemplo, en 2010, hubo un primer intento de coordinación con otras
asambleas y colectivos libertarios, que intervenían en las luchas de sus
barrios contra el aumento del precio billete del transporte público. Se
coordinaba de modo que simultáneamente cada asamblea organizara
concentraciones en las estaciones de metro y autobús. Se distribuían
panfletos, se saboteaban las máquinas de validación y se proponían
autorreducciones para cuestionar el discurso de la autoridad, que
consistía en decir que el transporte público era una mercancía más que
necesitaba ser rentable. Se intentó conectar con los trabajadores de los
transportes públicos, pero era difícil. Las gentes de Alba Dorada –el
partido griego neonazi- tienen bastante influencia entre los sindicatos
de conductores de autobús. Después, participamos en todas las huelgas
generales desde 2010, que fueron reprimidas severamente. Durante el
transcurso de una de ellas, los maderos atacaron la marcha de las
asambleas de barrio, enviando a urgencias a una persona que estaba en
coma, y casi se muere, otras resultaron gravemente heridas. Esos
momentos nos acercaron mucho unos a otros y consolidaron nuestra
determinación. Se bloqueaban los supermercados y los centros comerciales
del barrio para hacer de la huelga una huelga de verdad, sin que nadie
consumiera. También intentamos rodear el Parlamento cuando los diputados
votaban la segunda ronda de medidas de austeridad. Las asambleas de
barrio desempeñaron un papel importante en esta movilización. Además,
intentamos mantener una presencia permanente en el barrio, organizando
manifestaciones, un comedor colectivo y cultivando un huerto ocupado con
vistas a la autosuficiencia alimentaria. Asimismo se celebra un
mercadillo de trueque una vez al mes en diferentes plazas. También
disponemos de un local con una biblioteca a disposición del barrio, en
el que organizamos diversas actividades, proyecciones y debates.
Todas las acciones persiguen romper con el individualismo y el pesimismo que se han adueñado de Grecia con la crisis, luchar contra el canibalismo social que el Estado promueve indirectamente como solución a la crisis. Mediante estas prácticas, se busca favorecer el desarrollo de relaciones basadas en la igualdad y la solidaridad. El barrio es un espacio muy fértil para ello, tanto más cuanto que en Atenas los espacios se mantienen bastante mezclados socialmente, lo cual permite establecer relaciones inesperadas.
Todas las acciones persiguen romper con el individualismo y el pesimismo que se han adueñado de Grecia con la crisis, luchar contra el canibalismo social que el Estado promueve indirectamente como solución a la crisis. Mediante estas prácticas, se busca favorecer el desarrollo de relaciones basadas en la igualdad y la solidaridad. El barrio es un espacio muy fértil para ello, tanto más cuanto que en Atenas los espacios se mantienen bastante mezclados socialmente, lo cual permite establecer relaciones inesperadas.
¿Cómo te planteas el problema de la subsistencia alimentaria?
El problema se planteó desde que
comenzaron a funcionar los comedores colectivos. Se entró en contacto
con otras asambleas con preocupaciones similares y, durante ese tiempo,
se ocupó un gran espacio en un barrio vecino: una villa con terreno
cultivable. Decidimos convocar una nueva asamblea dedicada enteramente a
la cuestión. Esa misma asamblea se encarga ahora de cultivar la tierra
con el objeto de abastecer a los comedores colectivos de los cuatro
barrios que asumieron el proyecto. Nos encontramos todavía lejos de la
autonomía alimentaria, pero es un primer paso. Dicho esto, el huerto
está amenazado de desalojo. Las expulsiones de espacios ocupados, como
por ejemplo en Villa Amalias y Skaramaga, se multiplican en Atenas desde
principios de 2013.
Nos han hablado mucho de la polarización de la sociedad griega. ¿Os percatáis de ello en vuestra asamblea?
Determinadas personas se presentan allí
con la idea de que hay demasiados inmigrantes en los barrios y de que
hay que hacer algo al respecto. Es un riesgo que se corre al participar
en movimientos abiertos. A veces también se dan reacciones sexistas
durante las acciones. El único medio de luchar contra ello es hablando
entre todos. La mayor parte del tiempo la gente lo entiende y si no, se
aparta y se va. En cambio, en una asamblea de barrio que lucha contra
las antenas parabólicas, dos fascistas vinieron sin decir que
pertenecían a Alba Dorada. Lo supimos porque en un barrio pequeño todo
el mundo se conoce. Lo único que había que hacer era decirles que no
eran bienvenidos.
¿Tenéis que véroslas a menudo con Alba Dorada?
Desde que entraron en el Parlamento, y
gracias a las ayudas que reciben por ello, Alba Dorada abrió locales en
toda Grecia. Cada vez que inauguran una nueva sede se convocan
concentraciones de protesta que, con frecuencia, acaban en
enfrentamientos con la policía. Sin la protección policial, los
fascistas no conseguirían mantener su presencia en los barrios.
Felizmente, por el momento, sólo tienen dos comisiones de barrio
verdaderamente activas en Atenas. En ciertos barrios populares como los
del oeste, cerca del Pireo, tienen una relativa influencia. Pero allí
las asambleas de barrio se enfrentan con ellos abiertamente. En nuestro
barrio no existe ni presencia fascista ni caza del inmigrante, pero ello
es debido, en parte, a nuestra implantación y presencia contínua. Según
mi opinión, la lucha antifascista consiste más en impulsar tus propias
estructuras y el mundo que propones –que en esencia es fundamentalmente
antifascista– que en denunciarles con discursos.
Nos has mencionado la primera
ola de asambleas después de diciembre de 2008 ¿Cuáles han sido las demás
iniciativas de reagrupamiento en los barrios?
En mayo de 2011, siguiendo los pasos del
movimiento de los indignados y de la ocupación de la plaza Syntagma, en
Atenas hubo una segunda oleada de asambleas. En nuestro barrio,
militantes de una parte de la izquierda radical llamaron a la creación
de otra asamblea en la también que participamos. Pero pronto surgieron
fuertes deferencias entre nosotros. Si tú quieres crear un espacio de
diálogo con gente que actúa de forma dirigista y paternalista, tendrás
conflictos a la fuerza. Durante ese periodo bombardearon las asambleas
con reivindicaciones del tipo nacionalización de la Banca. La gente que
buscaba un debate abierto se desinteresó rápidamente y esta segunda
oleada no duró demasiado. Las asambleas controladas por los
izquierdistas no pudieron o no quisieron ir hacia reivindicaciones
concretas ligadas a la salud, a la educación o a la subsistencia. En
resumen, no trataron de promover otra manera de vivir, lejos del sistema
capitalista que se está hundiendo a nuestro alrededor. ¿Hace falta
nacionalizar la Banca? No es la pregunta correcta, a mi parecer. Una
tercera oleada de asambleas tuvo lugar cuando el Estado acopló una tasa
territorial extraordinaria a la factura de la electricidad: “a quienes
no paguen la tasa, se les cortará la corriente”. La tasa y los intentos
de hacerle frente han acentuado las diferencias entre las asambleas.
Algunas acogieron a gente preocupada con los cortes que simplemente
pedían a los reunidos más significados políticamente que resolvieran el
problema. Algunos aceptaron representar el papel que se les proponía,
aunque esto implicara el abandono de la organización horizontal en
provecho de la lógica de la delegación.
Nuestra asamblea también hizo un llamado
a organizarse en el asunto de las tasas. Es muy dinámica y actúa de
modo muy radical: no ha de haber cortes en nuestros barrios, sea por
impago de la tasa o por cualquier otro motivo. Para nosotros, la
electricidad es un bien vital.
La asamblea se desplazó hasta las
oficinas fiscales y obligó a largarse del barrio a la empresa
subcontratada para los cortes. Después, fuimos a la sede local de la
compañía de electricidad para cortarle la corriente. Hoy en día, se han
montado patrullas en el barrio para impedir a los técnicos de la empresa
que corten la corriente. Es ahora, junto con la lucha antifascista, la
lucha principal que llevan a cabo las asambleas.
¿Puedes hablarnos de los movimientos que os influyen?
El movimiento de las asambleas de barrio
debe mucho a lo que pasó en Argentina. Aunque no haya una referencia
directa, la influencia es real. Durante las primeras huelgas generales,
la experiencia Argentina nos alentaba, tanto como después lo hicieron
Túnez y Egipto. Otra influencia importante fueron los movimientos de
autorreducción en Italia en los años setenta: los grupos que se
organizaban para no pagar el alquiler, la electricidad o el transporte.
En nuestra asamblea, particularmente, mucha gente se inspiró en la lucha
zapatista de Méjico y su búsqueda de la autonomía. Participamos en
acciones de solidaridad con esas luchas en nuestro barrio.
Una cosa común a todas estas fuentes de
inspiración, presente en las asambleas, es la voluntad de organizarse
horizontalmente, sin partidos políticos: aunque hayan militantes de
partidos, éstos no participan en las asambleas sino como individuos, sin
etiquetas. Las bases políticas son la autonomía y la voluntad de crear
estructuras fuera del capitalismo, fundadas en el reparto y la
solidaridad. En nuestra asamblea, existen bases que se han establecido
tras largas discusiones. Se busca siempre un consenso para hallar la
manera de avanzar juntos.
En Grecia, se cree mucho menos en las
instituciones, en la idea del contrato social y la representación, que
en Francia. Es un terreno fértil tanto para los ideales antiautoritarios
como para los hiperautoritarios. Aquí es más fácil que en Francia
asociarse en bases comunes con gente de diverso recorrido político. Por
el contrario, el peligro de convertirse en un grupo cerrado está ahí:
encontrar la manera de abrirse a los recién llegados es una tarea
constante.
¿Cuál es el balance que haces de
los cuatro años de existencia de tu asamblea? Y ya en general, ¿cuál es
tu balance de las asambleas de barrio?
No resulta fácil decirlo. Después de la
revuelta de 2008-09 estamos continuamente corriendo en pos de la
actualidad. Lo que las asambleas de barrio aportaban de nuevo, como
posibilidad, era precisamente no limitarse a reivindicar las cosas que
te quitan y avanzar hacia el mundo al que se aspira. Pero los obstáculos
son numerosos y la represión que sufren los militantes políticos, el
ascenso de Alba Dorada, la explosión del paro y la violencia repetida
contra los inmigrantes impiden dedicarse a un programa como si no pasara
nada.
Uno de los puntos débiles del movimiento
es que los momentos de empuje nunca han desembocado en resultados
concretos. La asamblea de las asambleas de barrio fue uno de esos
momentos. En noviembre de 2011 se reunieron todas las asambleas
existentes: cuarenta en Atenas, con cuatrocientos representantes y una
buena dinámica. Pero perdió fuelle pronto. No se llegan a victorias
concretas y eso decepciona, creando una sensación de derrota muy
presente en la actualidad. La sensación proviene también del hecho de
que las asambleas de barrio todavía no se vislumbran como soluciones
viables para organizar la vida cotidiana.
La voluntad de crear estructuras
fundadas en la autoorganización y la autonomía plantea numerosas
cuestiones: ¿cómo construirlas superando la lógica de la caridad y la
filantropía? ¿Cómo crear tu propia autonomía en un entorno donde todo te
ha sido robado, donde no puedes producir por ti mismo nada,
especialmente en el ámbito urbano? ¿Qué es lo que hay que hacer para que
la gente participe realmente? Cuando se organizan comedores populares o
mercadillos de trueque, hay que explicar constantemente que no se trata
de un vulgar servicio de distribución. Creo que no existe una respuesta
convincente en relación con esto, hay que tener paciencia. Tal como lo
veo, en las asambleas muy masivas la gente se inclina a delegar las
tareas en otros y a aceptar la representación de un grupo reducido,
cuando a más relaciones personales y más contactos, lo que corresponde
es mayor igualdad en la participación. Es cuestión de relaciones. Pero
raros son los que piensan que podemos vivir sin ayuda de nadie en base
al consenso y al diálogo, que podemos apropiarnos de nuestras vidas.
Sin embargo, me da la impresión de que, a
medida que el Estado y el sistema económico quiebran, se derrumban, más
“zonas grises” se desarrollan y otros modos de organización y de
relación son posibles. El papel de las asambleas será crucial en todo
esto. No solamente hay que mantener el brasero encendido, sino que hay
que hacer que el fuego dure más tiempo. Nuevas estructuras aparecen en
Grecia cada mes. Desde esa perspectiva, el movimiento anda por el buen
camino.
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