Ateneo Libertario de CNT Jaén

jueves, 20 de noviembre de 2014

En Grecia, el estado se hunde, los barrios se organizan

Entrevista realizada para el número 7 de la revista francesa «Z», perfectamente ilustrativa del proceso de organización autónoma de la población ante la descomposición y la quiebra del aparato estatal. El ejemplo es válido para cualquier otro país europeo; la diferencia sólo es de grado. Resaltemos las dificultades con que tropieza la autonomía: las inercias de una vida sometida a la mercancía, la costumbre del recurso al Estado, el egoísmo, la aparición de fascismos, la represión policial, la fatiga del sacrificio, etc. La vida libre no es un camino fácil, pero tampoco lo está siendo la vida esclava.
Publicado en Argelaga 5.
¿De dónde proviene el movimiento de las asambleas de barrio?

He de precisar que el movimiento es muy variado, que ha pasado por varias etapas y que por eso podría describirse de mil maneras diferentes. La idea de las asambleas de barrio se extendió masivamente tras diciembre de 2008. La muerte de Alexis y las semanas de revuelta, enfrentamientos y ocupaciones que siguieron, así como la agresión con ácido a la trabajadora del metro Konstantina Kuneva, fueron hechos que conmocionaron realmente a la sociedad. Las grandes características de aquella revuelta son, por una parte, la ausencia de reivindicaciones y de petición de reformas y, por la otra, el aspecto descentralizado en todos los barrios de Atenas y, a continuación, en todo el país. Después de diciembre de 2008, la dinámica de las acciones y enfrentamientos en los centros de las ciudades llegó al límite y se desplazó a los barrios. Con las asambleas, la idea del comienzo consistía en dotarse de espacios de encuentro, sin tener en el pensamiento nada en concreto, excepto la voluntad de buscar algo colectivamente. Era una manera de prolongar las relaciones que se habían creado durante la revuelta. Muchas de las asambleas se formaron entonces, pero solamente cuatro de ellas siguen funcionando sin parar. Las demás reaparecen cuando el movimiento social despierta de nuevo, como sucede hoy o sucedió en 2011, cuando llegaron a existir en Atenas alrededor de cuarenta.

¿Puedes hablarnos de la asamblea en la que participas?

La asamblea de Vyronas, Kasariani, Pagrati (VKP) se implantó en barrios históricamente muy populares: uno de ellos era el antiguo barrio rojo durante la Resistencia, el barrio que los nazis jamás pudieron conquistar. Esta tradición se rompió con el paso de los años por culpa del aburguesamiento de la población, aunque también porque el Estado instaló allí un cuartel de la policía armada. Hoy los tres barrios son de gente heterogénea, pero en general son más bien lugares acomodados. En VKP hubo asambleas antes de 2008, creadas a raíz de luchas relativas a los espacios públicos. La primera se celebró para oponerse al proyecto de construcción de un teatro en medio de un parque. Además de la cementación que implicaba –Atenas es una de las ciudades con menos espacios verdes de Europa- los habitantes sabían que el teatro se alquilaría a empresas privadas que pondrían por las nubes el precio de las entradas. Gracias a su movilización, el proyecto no se llevó a cabo y la asamblea continúa, incluso hoy en día, organizando actividades infantiles, campeonatos de baloncesto y un café a precios libres en el parque cada primer domingo de mes. Asimismo intervienen de manera muy activa en la vida del barrio distribuyendo propaganda militante en las escuelas, organizando fiestas populares con los inmigrantes y también acciones solidarias con las personas detenidas en las manifestaciones durante las huelgas generales. Hubo otra lucha que reunió a mucha gente: la oposición al proyecto del túnel y de los cruces de autopista abocado a destruir una parte de la montaña Ymyttos, uno de los últimos espacios verdes de la ciudad, situado al este del centro. Hubo muchas manifestaciones alrededor de la montaña, bloqueos de la circunvalación y acciones en los peajes, con el resultado del abandono del proyecto. En VKP la gente tenía esas experiencias como base. Después, durante las revueltas de diciembre de 2008, ocuparon un centro municipal para jóvenes durante unos días y convocaron rápidamente la asamblea. Tras las asambleas semanales en los tres barrios, la gente decidió alquilar un local. Actualmente participan unas treinta personas, cifra más o menos estable hasta hoy.

¿Qué clase de acciones estáis organizando?

Nos implicamos en dos tipos de acción: por un lado, nos defendemos contra los ataques del sistema y, por el otro, elaboramos proyectos y formas de vida que nos parecen deseables. Por ejemplo, en 2010, hubo un primer intento de coordinación con otras asambleas y colectivos libertarios, que intervenían en las luchas de sus barrios contra el aumento del precio billete del transporte público. Se coordinaba de modo que simultáneamente cada asamblea organizara concentraciones en las estaciones de metro y autobús. Se distribuían panfletos, se saboteaban las máquinas de validación y se proponían autorreducciones para cuestionar el discurso de la autoridad, que consistía en decir que el transporte público era una mercancía más que necesitaba ser rentable. Se intentó conectar con los trabajadores de los transportes públicos, pero era difícil. Las gentes de Alba Dorada –el partido griego neonazi- tienen bastante influencia entre los sindicatos de conductores de autobús. Después, participamos en todas las huelgas generales desde 2010, que fueron reprimidas severamente. Durante el transcurso de una de ellas, los maderos atacaron la marcha de las asambleas de barrio, enviando a urgencias a una persona que estaba en coma, y casi se muere, otras resultaron gravemente heridas. Esos momentos nos acercaron mucho unos a otros y consolidaron nuestra determinación. Se bloqueaban los supermercados y los centros comerciales del barrio para hacer de la huelga una huelga de verdad, sin que nadie consumiera. También intentamos rodear el Parlamento cuando los diputados votaban la segunda ronda de medidas de austeridad. Las asambleas de barrio desempeñaron un papel importante en esta movilización. Además, intentamos mantener una presencia permanente en el barrio, organizando manifestaciones, un comedor colectivo y cultivando un huerto ocupado con vistas a la autosuficiencia alimentaria. Asimismo se celebra un mercadillo de trueque una vez al mes en diferentes plazas. También disponemos de un local con una biblioteca a disposición del barrio, en el que organizamos diversas actividades, proyecciones y debates.
Todas las acciones persiguen romper con el individualismo y el pesimismo que se han adueñado de Grecia con la crisis, luchar contra el canibalismo social que el Estado promueve indirectamente como solución a la crisis. Mediante estas prácticas, se busca favorecer el desarrollo de relaciones basadas en la igualdad y la solidaridad. El barrio es un espacio muy fértil para ello, tanto más cuanto que en Atenas los espacios se mantienen bastante mezclados socialmente, lo cual permite establecer relaciones inesperadas.

¿Cómo te planteas el problema de la subsistencia alimentaria?

El problema se planteó desde que comenzaron a funcionar los comedores colectivos. Se entró en contacto con otras asambleas con preocupaciones similares y, durante ese tiempo, se ocupó un gran espacio en un barrio vecino: una villa con terreno cultivable. Decidimos convocar una nueva asamblea dedicada enteramente a la cuestión. Esa misma asamblea se encarga ahora de cultivar la tierra con el objeto de abastecer a los comedores colectivos de los cuatro barrios que asumieron el proyecto. Nos encontramos todavía lejos de la autonomía alimentaria, pero es un primer paso. Dicho esto, el huerto está amenazado de desalojo. Las expulsiones de espacios ocupados, como por ejemplo en Villa Amalias y Skaramaga, se multiplican en Atenas desde principios de 2013.

Nos han hablado mucho de la polarización de la sociedad griega. ¿Os percatáis de ello en vuestra asamblea?

Determinadas personas se presentan allí con la idea de que hay demasiados inmigrantes en los barrios y de que hay que hacer algo al respecto. Es un riesgo que se corre al participar en movimientos abiertos. A veces también se dan reacciones sexistas durante las acciones. El único medio de luchar contra ello es hablando entre todos. La mayor parte del tiempo la gente lo entiende y si no, se aparta y se va. En cambio, en una asamblea de barrio que lucha contra las antenas parabólicas, dos fascistas vinieron sin decir que pertenecían a Alba Dorada. Lo supimos porque en un barrio pequeño todo el mundo se conoce. Lo único que había que hacer era decirles que no eran bienvenidos.

¿Tenéis que véroslas a menudo con Alba Dorada?

Desde que entraron en el Parlamento, y gracias a las ayudas que reciben por ello, Alba Dorada abrió locales en toda Grecia. Cada vez que inauguran una nueva sede se convocan concentraciones de protesta que, con frecuencia, acaban en enfrentamientos con la policía. Sin la protección policial, los fascistas no conseguirían mantener su presencia en los barrios. Felizmente, por el momento, sólo tienen dos comisiones de barrio verdaderamente activas en Atenas. En ciertos barrios populares como los del oeste, cerca del Pireo, tienen una relativa influencia. Pero allí las asambleas de barrio se enfrentan con ellos abiertamente. En nuestro barrio no existe ni presencia fascista ni caza del inmigrante, pero ello es debido, en parte, a nuestra implantación y presencia contínua. Según mi opinión, la lucha antifascista consiste más en impulsar tus propias estructuras y el mundo que propones –que en esencia es fundamentalmente antifascista– que en denunciarles con discursos.

Nos has mencionado la primera ola de asambleas después de diciembre de 2008 ¿Cuáles han sido las demás iniciativas de reagrupamiento en los barrios?

En mayo de 2011, siguiendo los pasos del movimiento de los indignados y de la ocupación de la plaza Syntagma, en Atenas hubo una segunda oleada de asambleas. En nuestro barrio, militantes de una parte de la izquierda radical llamaron a la creación de otra asamblea en la también que participamos. Pero pronto surgieron fuertes deferencias entre nosotros. Si tú quieres crear un espacio de diálogo con gente que actúa de forma dirigista y paternalista, tendrás conflictos a la fuerza. Durante ese periodo bombardearon las asambleas con reivindicaciones del tipo nacionalización de la Banca. La gente que buscaba un debate abierto se desinteresó rápidamente y esta segunda oleada no duró demasiado. Las asambleas controladas por los izquierdistas no pudieron o no quisieron ir hacia reivindicaciones concretas ligadas a la salud, a la educación o a la subsistencia. En resumen, no trataron de promover otra manera de vivir, lejos del sistema capitalista que se está hundiendo a nuestro alrededor. ¿Hace falta nacionalizar la Banca? No es la pregunta correcta, a mi parecer. Una tercera oleada de asambleas tuvo lugar cuando el Estado acopló una tasa territorial extraordinaria a la factura de la electricidad: “a quienes no paguen la tasa, se les cortará la corriente”. La tasa y los intentos de hacerle frente han acentuado las diferencias entre las asambleas. Algunas acogieron a gente preocupada con los cortes que simplemente pedían a los reunidos más significados políticamente que resolvieran el problema. Algunos aceptaron representar el papel que se les proponía, aunque esto implicara el abandono de la organización horizontal en provecho de la lógica de la delegación.
Nuestra asamblea también hizo un llamado a organizarse en el asunto de las tasas. Es muy dinámica y actúa de modo muy radical: no ha de haber cortes en nuestros barrios, sea por impago de la tasa o por cualquier otro motivo. Para nosotros, la electricidad es un bien vital.
La asamblea se desplazó hasta las oficinas fiscales y obligó a largarse del barrio a la empresa subcontratada para los cortes. Después, fuimos a la sede local de la compañía de electricidad para cortarle la corriente. Hoy en día, se han montado patrullas en el barrio para impedir a los técnicos de la empresa que corten la corriente. Es ahora, junto con la lucha antifascista, la lucha principal que llevan a cabo las asambleas.

¿Puedes hablarnos de los movimientos que os influyen?

El movimiento de las asambleas de barrio debe mucho a lo que pasó en Argentina. Aunque no haya una referencia directa, la influencia es real. Durante las primeras huelgas generales, la experiencia Argentina nos alentaba, tanto como después lo hicieron Túnez y Egipto. Otra influencia importante fueron los movimientos de autorreducción en Italia en los años setenta: los grupos que se organizaban para no pagar el alquiler, la electricidad o el transporte. En nuestra asamblea, particularmente, mucha gente se inspiró en la lucha zapatista de Méjico y su búsqueda de la autonomía. Participamos en acciones de solidaridad con esas luchas en nuestro barrio.
Una cosa común a todas estas fuentes de inspiración, presente en las asambleas, es la voluntad de organizarse horizontalmente, sin partidos políticos: aunque hayan militantes de partidos, éstos no participan en las asambleas sino como individuos, sin etiquetas. Las bases políticas son la autonomía y la voluntad de crear estructuras fuera del capitalismo, fundadas en el reparto y la solidaridad. En nuestra asamblea, existen bases que se han establecido tras largas discusiones. Se busca siempre un consenso para hallar la manera de avanzar juntos.
En Grecia, se cree mucho menos en las instituciones, en la idea del contrato social y la representación, que en Francia. Es un terreno fértil tanto para los ideales antiautoritarios como para los hiperautoritarios. Aquí es más fácil que en Francia asociarse en bases comunes con gente de diverso recorrido político. Por el contrario, el peligro de convertirse en un grupo cerrado está ahí: encontrar la manera de abrirse a los recién llegados es una tarea constante.

¿Cuál es el balance que haces de los cuatro años de existencia de tu asamblea? Y ya en general, ¿cuál es tu balance de las asambleas de barrio?

No resulta fácil decirlo. Después de la revuelta de 2008-09 estamos continuamente corriendo en pos de la actualidad. Lo que las asambleas de barrio aportaban de nuevo, como posibilidad, era precisamente no limitarse a reivindicar las cosas que te quitan y avanzar hacia el mundo al que se aspira. Pero los obstáculos son numerosos y la represión que sufren los militantes políticos, el ascenso de Alba Dorada, la explosión del paro y la violencia repetida contra los inmigrantes impiden dedicarse a un programa como si no pasara nada.
Uno de los puntos débiles del movimiento es que los momentos de empuje nunca han desembocado en resultados concretos. La asamblea de las asambleas de barrio fue uno de esos momentos. En noviembre de 2011 se reunieron todas las asambleas existentes: cuarenta en Atenas, con cuatrocientos representantes y una buena dinámica. Pero perdió fuelle pronto. No se llegan a victorias concretas y eso decepciona, creando una sensación de derrota muy presente en la actualidad. La sensación proviene también del hecho de que las asambleas de barrio todavía no se vislumbran como soluciones viables para organizar la vida cotidiana.
La voluntad de crear estructuras fundadas en la autoorganización y la autonomía plantea numerosas cuestiones: ¿cómo construirlas superando la lógica de la caridad y la filantropía? ¿Cómo crear tu propia autonomía en un entorno donde todo te ha sido robado, donde no puedes producir por ti mismo nada, especialmente en el ámbito urbano? ¿Qué es lo que hay que hacer para que la gente participe realmente? Cuando se organizan comedores populares o mercadillos de trueque, hay que explicar constantemente que no se trata de un vulgar servicio de distribución. Creo que no existe una respuesta convincente en relación con esto, hay que tener paciencia. Tal como lo veo, en las asambleas muy masivas la gente se inclina a delegar las tareas en otros y a aceptar la representación de un grupo reducido, cuando a más relaciones personales y más contactos, lo que corresponde es mayor igualdad en la participación. Es cuestión de relaciones. Pero raros son los que piensan que podemos vivir sin ayuda de nadie en base al consenso y al diálogo, que podemos apropiarnos de nuestras vidas.
Sin embargo, me da la impresión de que, a medida que el Estado y el sistema económico quiebran, se derrumban, más “zonas grises” se desarrollan y otros modos de organización y de relación son posibles. El papel de las asambleas será crucial en todo esto. No solamente hay que mantener el brasero encendido, sino que hay que hacer que el fuego dure más tiempo. Nuevas estructuras aparecen en Grecia cada mes. Desde esa perspectiva, el movimiento anda por el buen camino.

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