Hablamos con la historiadora Dolors Marín del asociacionismo y los espacios de sociabilidad de los anarquistas de los años 20 y 30 del siglo XX. Con ella haremos un recorrido por esos espacios, las costumbres y prácticas...
El día a día del militante obrero de la época.
En las primeras décadas del siglo XX las clases populares fueron ampliando sus propios espacios de sociabilidad, tejiendo redes cada vez más fuertes y ricas, basadas en la autoorganización y el apoyo mutuo, que, al mismo tiempo que les permitían organizar mejor sus protestas y sus luchas, les posibilitaba formarse y socializarse de forma autónoma a la intervención del Estado o los espacios mercantilizados.
De entre todas las regiones de la península, aquellas con influencia mayoritaria del anarquismo, fueron donde esas redes se desarrollaron con mayor riqueza y fuerza. Desde los propios barrios, los locales del sindicato, los ateneos o las cooperativas, sin olvidar la propia prensa obrera, desde los debates, a las luchas, desde la formación hasta el ocio.
Una rica esfera pública proletaria, que les impermeabilizaba de la cultura de masas, que empezaba a popularizarse en el resto el continente, pero difícilmente podía penetrar en los barrios obreros, enriquecidos por estas prácticas de sociabilidad. Un rica esfera pública proletaria que como pilar de la formación en unos valores e identidad propias, en una ética y prácticas comunes, en una cultura propia.
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