jueves, 2 de febrero de 2012

Antonio Orihuela: "Todo el mundo está en otro lugar"


Lo mejor del Antonio Orihuela de siempre y una vuelta de tuerca a la poesía de la conciencia.

La poesía de Antonio ha sido siempre un látigo dirigido al núcleo del sistema. Sin embargo, en este libro aparece una nueva dimensión, a mi juicio un hilo que recorre muchos de los poemas, la rabia contra todos aquellos que por omisión permiten la reproducción de la injusticia. Antonio se esfuerza por desenmascarar a la masa acrítica sometida por los medios de desinformación y la cultura del espectáculo, pero también a los bienpensantes del mundo de la literatura y el arte, cómplices del desastre. Tal es el tono de indignación que se podría llegar a pensar que Antonio equipara en estos versos a los ciudadanos borregos y consumistas con sus verdugos: “Sus votos fueron las armas de destrucción masiva”.
Pero es que Antonio ha identificado, precisamente, que la superación de esa estulticia ambiental es, como tal masa, imprescindible, una vez que las estructuras clásicas de partidos y sindicatos están contaminadas. Y es desde el amor a la gente, desde el deseo de liberar su alienación desde donde hay que entender estos versos tan duros, tan ofensivos, a veces con la gente común.
Es este un libro tumultuoso, exuberante, en el número de poemas, en la abundancia de temas, en la diversidad de formatos, en el origen de las citas. Dividido en secciones que coinciden con los espacios de un teatro, un libro como este que denuncia la cultura del espectáculo, guarda muchas sorpresas. Por ejemplo la constante innovación expresiva de muchos poemas, en especial el que abre el libro semejando el índice de un manual de autoayuda. Pero sobre todo, a mi juicio, los hermosísimos poemas de amor tan escasos en su obra, con imágenes tan sugerentes como: “De este oleaje que somos cuando estoy dentro de ti”, “desordena este frío” o “porque te pienso existes”.
En un mundo dividido en clases, en Estados, en metrópolis y periferia, es esencial la poesía mestiza, por ejemplo la chicana, la que surge en las fronteras, no solo la que está atenta al mundo, sino la que se hace desde el entero mundo. Así es la que hace Antonio, tomando de las filosofías orientales, de las culturas indígenas, pero también de la psicodelia, del pensamiento y la praxis ácrata, de la cultura popular. Y no es un collage yuxtapuesto, sino fuentes de donde salió un mantra unitario que recorre el libro, que él metabolizó primero para ofrecerlo al lector.
Igualmente el vehículo que soporta todo lo anteriormente dicho tiene que ser consecuente. Por eso introduce versos en catalán, en inglés, en árabe y lo que es más sugerente muchas voces del español americano, fundamentalmente cubano y mexicano. La poesía actual no puede ignorar que frente a la injusticia global hay que articular pensamiento, y por lo tanto palabra global, que no puede ser sino la suma de las voces locales.
A destacar también la enorme actualidad de muchos de los acontecimientos de fondo que sirven de excusa para construir el poema, de manera que la actualidad inunda el libro para quedarse, para pasar a ser símbolo más o menos permanente.
Y finalmente, una respuesta al problema inicial que también impregna transversalmente el libro. Frente a la sumisión, conciencia, frente a la explotación, comunión de todos. La solidaridad empieza por la conciencia de unidad: “No es que todos fuéramos uno, es que todos éramos el pensamiento de una misma mente”, de todos hay algo que suma, como se refleja en el maravilloso poema final en el que Antonio, en un momento difícil, actualiza a todos los que significaron algo en su vida en una gran cofradía, que simboliza a la de los lúcidos, los libres, que desde esa unidad cambian el mundo: “no te asustes, quiérelo todo”.

Bernardo Santos

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