Se dice que el ser humano es un ser
racional pero seguimos conservando los instintos. Y es que nuestra
mente, como la de otros vertebrados, tiene también su parte emocional
que no está supeditada a la razón por muy desarrollada que esté. Entre
esas emociones se encuentra el miedo, que es un instinto natural que nos
previene de peligros que puedan ocasionarnos un daño físico o
psicológico. De alguna forma, el miedo nos “reprime” para impedir que
asumamos riesgos que pongan en peligro nuestra integridad. Pese a que el
miedo sea un instinto que nos previene de peligros desconocidos (y no
tantos), también puede ser una debilidad, ya que cuando una persona le
entra el pánico, actúa instintivamente y resulta fácil de moldear y
someter. Esto es lo que ha llevado a gran parte de la sociedad a
someterse a las reglas del juego del sistema hegemónico: el
neoliberalismo.
Miedos hay muchos, pero vamos a tratar
este tema atendiendo a la influencia de éste en los individuos y cómo
repercute en la sociedad. Es imposible que el miedo desaparezca y lo
sentimos cuando se nos presenta situaciones de incertidumbre, cuando
desconocemos de dónde vendrán los golpes o cuando sabemos que no hay
escapatoria y se hace mayor cuando uno se siente aislado e incapaz de
producir un cambio. Mediante la propagación del miedo se consigue
someter a la población pero antes de socializarlo, se ha de romper los
lazos de apoyo mutuo entre la gente porque el miedo nace también de la
impotencia producida por el aislamiento.
La amenaza de un castigo cruel genera
más temores que el castigo en sí, por lo tanto, si se induce a un
individuo a pensar lo que le ocurriría si recibiera cierto castigo, éste
tratará de evitar que le apliquen dicho castigo agarrándose a cualquier
solución fácil que se le ofrezca, lo que da como resultado la
aceptación a someterse a voluntades ajenas. Podemos citar como ejemplos
prácticos el miedo al fracaso o el miedo a la marginación: las
iniciativas se vienen abajo cuando existen temores de que no saldrán
bien o que si uno se muestra crítico con el pensamiento mayoritario,
será visto por los demás como un “extraño” y termine siendo ninguneado.
Ese miedo al fracaso y a la marginación, inculcado ya en edades
tempranas, impide el desarrollo pleno del individuo, que en caso de no
existir esos miedos, no se verían impotentes y no serían sujetos
pasivos. Pero el temor más extendido entre la población es el miedo al
cambio, principalmente causado por el desconocimiento de alternativas
posibles, los métodos para conseguir materializar el cambio y las
estructuras organizativas que permitan avanzar hacia otro modelo
socioeconómico más justo. Podríamos afirmar pues que el miedo coarta la libertad y quienes no controlan sus miedos terminan siendo controlados.
Sin embargo, si entre los individuos
existen ciertos lazos de unión y esas personas poseen una mayor
confianza en sí mismos, el miedo acaba siendo controlado, al contrario
que en las sociedades donde predomina el individualismo narcisista,
donde la desconfianza hacia sus semejantes ocasiona un temor mayor. La
capacidad para afrontar ese miedo se hace mayor cuando más se estrechen
los vínculos solidarios y exista una comunicación real y sincera entre los individuos, en donde predomine la ayuda mutua. Gracias a la práctica del apoyo mutuo,
que inspira confianza y seguridad en los individuos, permite controlar
el miedo que intentan propagar para someter a un pueblo, perdiendo así
el miedo a luchar por una transformación radical de la sociedad.
Escrito por Lusbert
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