Sexuality in Childhood and social control: the discourse of abuse as a method of discipline.
INTRODUCCIÓN
En la sociedad actual, los niños son objeto de un control casi absoluto. Carentes de toda autonomía y privados de cualquier capacidad de decisión, cada minuto de su día a día está fuertemente controlado, sometido a vigilancia, incluido dentro de un horario. Bajo el objetivo de la protección, los niños son sometidos a un control cada vez más intenso, especialmente en lo que se refiere a sus relaciones con otros niños y, sobre todo, con otros adultos. Profesores, vecinos, monitores, familiares: todos pueden cometer abusos, todos son sospechosos, todos deben ser vigilados. El pederasta es el nuevo monstruo social, el catalizador de todos los temores y las iras de la sociedad.
Sin embargo, esos monstruos sociales no aparecen de forma espontánea. Responden a una forma de organización social y a una distribución del poder concretas, a unas estrategias de dominación y a unos intereses determinados. Cuando se analiza el origen del actual discurso sobre los abusos durante la infancia, descubrimos que aparece en un momento y un lugar muy concretos: la década de los años ochenta en Estados Unidos. En esa época, los medios de comunicación comienzan a inundar la opinión pública con noticias sobre supuestas redes de pederastia y sectas satánicas que secuestraban, torturaban y abusaban sexualmente de niños. Aunque nunca se encontró ninguna prueba de que dichos grupos existiesen, las noticias y los debates que se emitían por la televisión a todas horas cumplieron su objetivo: crear una creciente sensación de inseguridad y miedo en torno al sexo, que comenzó a ser asociado con la idea de peligro. La sexualidad se convertía en el espacio privilegiado para el disciplinamiento de los individuos.
Si analizamos los grupos que están detrás de la difusión del discurso del abuso, vemos que la mayoría de los expertos que lanzaron el mensaje del miedo pertenecían a un sector social muy concreto: la derecha ultraconservadora americana. Los tertulianos que se sentaban en las mesas de debate para alertar sobre los peligros que podían sufrir los niños y lanzar furibundos ataques contra aquellos que consideraban que se estaba alarmando innecesariamente a la población, pertenecían a grupos relacionados con las iglesias evangélicas y la derecha conservadora. Y ese discurso respondía a su visión de la sociedad, a sus intereses de control y disciplinamiento social. Esto no quiere decir que no existiesen casos reales de abusos sexuales durante la infancia, pero sí que se sobredimensionaron e incluso crearon de la nada para favorecer unos intereses muy concretos: los de aquellos que quieren moldear un determinado tipo de sociedad basada en la dominación de unos pocos sobre el resto. No es casualidad que ese discurso tuviese a los niños como principal objetivo, ya que fabricar adultos obedientes pasa por fabricar niños obedientes. Si se consigue crear niños atemorizados, aislados y sometidos, podremos crear adultos incapaces de rebelarse, de cuestionar el orden actual de las cosas. Habremos acabado con la posibilidad del cambio.
Layla Martínez (politóloga y sexóloga).
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