Hoy os dejamos con el primer vídeo de Hermanos Bastardos, grupo de hip-hop de dos compañeros de CNT-Andújar. El tema, Terrorismo de Estado, visibiliza el crimen cotidiano detrás del cual siempre se esconde el poder del Estado y el capitalismo.
El de Hermanos Bastardos es otro ejemplo más de compromiso político a través del arte o la música, demostrando, además, que hay otra escena musical -independiente, consciente y autogestionaria- en nuestra propia provincia; una escena que hay que apoyar entre todos y todas.
De niño no me gustaban los libros ni las sotanas ni salir en procesión, era tan desobediente como el viento de poniente, revoltoso y juguetón, En vez de mirar pal cielo me puse a medir el suelo que me tocaba de andar, y nunca seguí al rebaño, porque ni el pastor ni el amo eran gente de fiar, Como aquel que calla, otorga, y aunque la ignorancia es sorda, pude levantar la voz, más fuerte que los ladríos de los perros consentíos y que la voz del pastor, Empecé haciendo carreras por atajos y veredas muy estrechas para mí, y decían mis vecinos que llevaba mal camino apartado del redil, Siempre fui esa oveja negra que supo esquivar las piedras que le tiraban a dar, y entre más pasan los años más me aparto del rebaño porque no sé adonde va.
Poema de Agustín García Calvo. Musicalización de Amancio Prada.
Libre te quiero – (Canciones y soliloquios, 1976)
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
I si canto trist es el nombre de la canción que compuso el cantautor catalán Lluís Llach en memoria del militante del MILSalvador Puig Antich, asesinado a garrote vil por el régimen fascista de Franco en 1.974.
Letra:
Y si canto triste
Yo no amo el miedo, ni lo deseo para mañana, no lo deseo para
hoy, ni tampoco como un recuerdo, pues me gusta la sonrisa de
un niño junto al mar y sus ojos, como un resplandeciente ramo de
ilusiones.
Y si canto triste es porque no puedo borrar
el miedo de mis pobres ojos.
Yo no amo la muerte, ni su
paso tan glacial, no la deseo para hoy, ni tampoco como un
recuerdo, pues me gusta el latido de aquel corazón que,
luchando, da vida a la muerte a la que lo han condenado.
Y
si canto triste es porque no puedo olvidar la muerte de
ignorados compañeros.
Yo no amo ni canto, porque sé que han
callado tantas bocas, tantos clamores, que decían la verdad; Pues
yo amo el canto de la gente de la calle con la fuerza de las
palabras enraizadas en la razón.
Y si canto triste es
para recordar que no es así desde hace tantos años.
"El niño yuntero" es el título de un poema de Miguel Hernández que musicalizó el cantautor chileno Víctor Jara. Arriba el vídeo de la canción de este último. A continuación la poesía:
Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde en la tierra lentamente para que la tierra inunde de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento resuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y declarar con los ojos que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta, y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón de los hombres jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros.
Aprobada en octubre de 1931 la Ley de Defensa de la República, Azaña dijo de ella que era una “ley fundamental para consolidar la República”. Se trata de una ley preventiva, no para reprimir, sino para “evitar que el peligro nazca”. Restringe la libertad de expresión so pretexto de ser usada para atacar a la República. A su amparo se confiscaron periódicos, taparon artículos de éstos, se cerraron sedes sindicales de la CNT por sus labores políticas (acción directa, prensa, piquetes...). La derecha, pese a lo
que intentó exponer la historiografía franquista, fue la menos damnificada por esta ley en el primer bienio (bajo el gobierno del Frente Popular ya se cargaría contra Falange), siendo principalmente aplicada contra el anarcosindicalismo y el marxismo revolucionario del Bloque Obrero y Campesino. Realmente lxs monárquicxs no se quejaron mucho ni de ésta ley ni de otras orientadas hacia la represión, pues les convenía como clase burguesa en muchas ocasiones en pro de frenar o atemperar las reivindicaciones obreras (y a lxs más “radicales” dentro de su bando, como a Renovación Española o la Falange), y además porque se repetían acciones represivas que habían hecho ya ellxs bajo Alfonso XIII, y que tanto habían criticado la por entonces oposición republicana.
Esta ley fue aplicada para realizar las célebres deportaciones totalmente ilegales e inconstitucionales de anarquistas a África, como las que sufrieron los recalcitrantes militantes libertarios Buenaventura Durruti, los hermanos Francisco y Domingo Ascaso... hasta llegar a un centenar en 1932, tras la
fracasada insurrección de enero del mismo año, a bordo del tristemente célebre barco-prisión Buenos Aires, hecho que fue inmortalizado por el cantautor libertario Chicho Sánchez Ferlosio en la canción que podéis esuchar arriba.