sábado, 5 de mayo de 2012

Canto a los anarquistas caídos sobre la primavera de 1939


No sentiste crisálida aun el peso del aire 
en tu cuerpo aun sin límites no hubo deseos alas 
en tu cuerpo aun sin límites ciega luz no sentiste 
oh diamante aun intacto el peso del aire. 

A lo lejos azules las montañas qué esperan 
Por dónde van las águilas cruzan sombras la nieve 
Canta el viento en los álamos los arroyos susurran 
las luciérnagas brillan en las noches serenas 
olor denso a resina crepitan las hogueras 
Con antorchas acosan y dan muerte a los lobos 
En combate de luces derrotada la nieve 
Nada turba al jazmín al aire florecido 

Y sus rubias cabezas sobre la hierba húmeda 

Son sus ojos azules un volcán apagado 
En el viento naufragan sus cabellos de oro 
De sus muslos inmóviles tanta luz que deserta 

Cómo duele en la sombra desear cuerpos muertos. 

La mies amarillea caen a tierra los frutos 
Ellos vuelven cansados y no hay luz en sus ojos 
Pero los huesos brillan y dividen la noche 
Estantigua que danza alrededor del fuego 
La hora es del regreso y no hay luz en sus ojos 
Salpicaduras al borde del camino cabellos aplastados 
La hora es del regreso tened cuidado aguardan. 

Las luciérnagas brillan en las noches serenas. 

Canta el viento en los huesos como en álamos secos 
entra en el pecho silba y ríe en las mandíbulas 
entre las ramas flota de un ruiseñor el canto 
y como un río el viento acaricia sus cuencas 

A lo lejos azules las montañas qué espera 
Una antorcha en la mano de mármol una llama de gas bajo el arco 
vacila 
Y sus nombres apenas quiebran la luz el aire 

Sepultará la tierra tan débiles cenizas 
volarán sobre ellas golondrinas y cuervos 
sobre ellas rebaños pasarán hacia el Sur 
se alzará sobre ellas el sueño de pastores 
y desnuda la tierra morirá con la nieve 
La hora es del regreso en sus labios asoman 
olvidadas canciones rostros contra el poniente 

Qué voló de sus labios al cielo y sus ojos azules 
qué lava derramaron en qué ocultas laderas 

En sus ojos azules se posaba la escarcha 
antaño fue el deseo siempre arrancada venda 
oh qué fuego voló de sus labios al cielo 
aquellos labios rojos que otros nunca olvidaron. 

Pero el viento deshace las últimas nieblas 
otros creen que es el frío en las manos caídas 
Olvidan que la llama no sólo se apaga en sus ojos 
que después no es el frío, es aún menos que el frío.  

                                                                                Leopoldo María Panero

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.